Era un Seat Supermirafiori




Casi siempre en julio, mes preferido por mi padre para sus vacaciones. La noche anterior, mis hermanos y yo llenábamos maletas con el ojo supervisor de la madre, siempre pendiente de que no faltara nada. Antes de la salida, la complicada tarea de colocar los bártulos entre el maletero y la baca del coche. Ya está todo listo, un último repaso a la casa, luz, gas, ventanas y puertas …nos vamos.


Era un supermirafiori. Tapicería marrón. Con las viejas manillas carcomidas por el sol, bajábamos las ventanillas, ahora convertidas en telones que se abrían para una nueva función, una nueva obra de teatro, una película, una aventura, la de los primeros amores, la del reencuentro con aquellos que no ves desde hace un año, todo estaba detrás de aquella ventanilla.

Era un supermirafiori. Tapiceria marrón. Temprana hora de salida. Aún veo desde el asiento de atrás la melena de mi madre y el pelo sin canas de mi padre. Mientras él guarda el trapo con el que comprobaba el nivel de aceite, agua y no se cuántas cosas más, ella se gira y nos dice “En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén”

Ya podíamos salir. Nos separaban casi dos horas para llegar a la playa, a Chipiona. Hay quienes dicen que no tiene “glamour”, que está llena de sevillanos y casi reniegan haberla pisado. Hoy les escribo desde este lugar, estoy viendo la luz de su faro con la misma ilusión que la primera vez. He venido en el asiento de atrás, mi padre ya tiene canas, mi madre ni siquiera está, pero antes de salir mi hermano pequeño se giraba para decir: “En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén”

Feliz viaje y buenas vacaciones. Vayan con Dios


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Es increible el don de descripción "sensorial" que tiene Haldón en todo lo que escribe. En cada una de sus frases, de sus palabras, me traslada PERFECTAMENTE a ese entorno que en cada artículo nos presenta.
Con éste, Fernando, has conseguido que vuelva a recostarme en la dura pero confortable tapiceria del coche de mi padre, que invente mil y una cancion para entretenerme aburrida por la falta de hermanos en mi viaje y que consiga oler, de nuevo, esa rara atmostera cargada de humo de tabaco y el procedente romero seco para camuflarlo y no tener que escuchar más, durante las 8 horas de viaje: "Papa deja de fumar, por favor"...
Fernando, has conseguido que sea niña otra vez...has conseguido con tus letras que, de nuevo seamos tres, los que nos vayamos de vacaciones en el coche de papa...

FELICIDADES Y MI ADMIRACIÓN SIEMPRE!